El curso de la guerra

Revista Iberia Núm 6, 15 de maig de 1915

ITALIA

A esos señores que por ahí se aburren, les pasó de pronto el aburrimiento en los últimos días de la semana última. Sus ojos distraídos, cansados de pasear por el parte de las tres y el parte de las once, tropezaron con los grandes títulos de los diarios: Italia a la guerra.— Gravísímas noticias de Roma.— Ruptura de las negociaciones italo-austriacas.
Fueron unas horas de emoción y de angustia. Los telegramas de todas las procedencias coincidían en considerar inminente la entrada de Italia en la contienda. Algunas de las noticias publicadas por los periódicos eran prematuras, pero era evidente que el problema de la actitud de Italia entraba en su fase decisiva y dramática.
Y no fué sólo el público de calle y café el que creyó en la inminencia de la intervención italiana.
Los mismos diplomáticos y políticos de toda Europa creyeron lo mismo.
¿Qué había pasado? Había pasado, seguramente, que el Gobierno italiano, ante la mezquindad de las ofertas hechas por Austria-Hungría, consideró imposible toda avenencia. Para hacer triunfar las aspiraciones nacionales italianas, no quedaba otro camino que el de las armas.
Este momento culminante de las negociaciones coincidió con la solemne ceremonia de Quarto. Por esto no asistieron a ella el Rey y sus ministros. Además, debe reconocerse que el discurso de Gaipriele D’Anunzio, de haber sido pronunciado ante el Monarca y el Gobierno, habría tenido como consecuencia inmediata la declaración de guerra. Aquel discurso no era para un período de negociaciones diplomáticas, sino para el momento de romperse las hostilidades.
Era, no una oración de mitin, sino una de esas arengas que preceden a las batallas: «Oggi sta su la patria un giorno di porpora; e questo é un ritorno per una nova dipartita, o gente d’Italia.»
Este discurso estaba dirigido, en primer lugar, a la Maestà del Re d’Italia. La Majestad del Rey no asistió al acto, pero envió al mismo un telegrama elocuente, de significación clara, en el cual era invocado el porvenir glorioso. Todo coincidía, pues, en hacer creer muy próxima la decisión de Italia.
Pero he aquí que, desde el pasado martes, empiezan a publicar los periódicos noticias contradictorias. La decisión que parecía inminente, se aplaza. En la prensa italiana intervencionista vemos duros ataques a Giolitti. El político italiano ha marchado de Turín a Roma, con silbidos a la salida y a la llegada, ha conferenciado con algunos ministros y ha sido recibido en audiencia por Víctor Manuel.
No hay duda que este nuevo aspecto de la situación es debido a la actividad de Giolitti y sus amigos. Durante muchos años Giovanni Giolitti ha sido el árbitro de la política, el dueño del Parlamento. En la cuestión planteada por el conflicto europeo. Giolitti se inclinaba hacia la neutralidad, por creer que con ella sería posible a Italia obtener importantes concesiones de Austria-Hungría. El ministerio Salandra se ha permitido tener criterio propio, cosa que no ha sido quizá del agrado de Giolitti.
Al saberse en Roma que el Gobierno se orientaba decididamente hacia la intervención, los giolittistas— que son muy numerosos en el Parlamento — se agitaron febrilmente. Su jefe se trasladó a Roma, con objeto de enterarse personalmente del estado de la cuestión, y decir su palabra.
Los intervencionistas protestan contra esta intromisión de Giolitti, que califican de anticonstitucional. Entretanto, se ha producido un nuevo compás de espera. No sería imposible que, en el caso de discrepar Giolitti de la opinión del Gobierno, éste acuda a las Cámaras y les someta el problema.
Los impresionables, después de haber creído inevitable la intervención italiana hace ocho días, han dejado nuevamente de creer en ella. A nuestro entender, la gravedad del problema no ha
disminuído. Entre las demandas italianas y las ofertas austro-húngaras media un abismo. Italia
quiere, además del Trentino, la Istria con Trieste y Fiume y algunas islas del archipiélago dálmata. Por otra parte, quiere libertad de ficción en el Oriente y en el futuro Congreso de la paz. Austria no ofrece más que una porción del Trentino y ciertas libertades municipales para Trieste, pero con tales condiciones, que los austro-alemanes más bien saldrían ganando.
Sigamos esperando, pues, la decisión de Italia. Los italianos de las tierras irredentas, esperan angustiosamente. En estos últimos meses se ha hecho popular en Trieste una canción que empieza así:
Italia, dai, distrighete,
No farne sospirar!
Dai ultimi d’agosto
No femo che spetar.

galitzia

LA GUERRA

Los telegramas austro-alemanes, han comunicado al mundo una victoria definitiva; mortal para los rusos. Hablan de100.000 prisioneros v 200.000 bajas. Los rusos han sufrido un descalabro serio, pero no mortal. Los austro-alemanes se han apoderado de Tarnow, pasado el Vístula y entrado en la región Krosno. Todo ello, no sobrepasa un avance de 45 kilómetros, motivando tan solo una reducción del frente ruso. La retirada del Marne alcanzó proporciones triples, llegando los alemanes a perder 120 kilómetros, y esta es la hora que no han reconocido su derrota.

En cambio los rusos han conseguido contener la ofensiva de los imperiales en la Bucovina, con una brillante victoria. Cincuenta mil prisioneros, aseguran han sido hechos. Esto y tener aún en su poder los desfiladeros de los Cárpatos, nos hace creer se reducirá todo a una retirada sin gran importancia militar, retirada que consistirá, como todas las aparentes derrotas rusas, en una ofensiva. El soldado ruso es admirable. Se le mata —decía Napoleón- y es preciso empujarlo para que caiga.

A la retirada rusa, responde la victoria francesa de Arras. Conquistados Neuville, Carency, Tangette y N. S. de Loreto, Lens está amenazado. Lens, es uno de los principales centros estratégicos alemanes.
En el anuncio de que la guerra de trincheras va a cesar. La ofensiva parece iniciarse. Canta el gallo de Francia.