Revista Iberia Núm 34, 27 de novembre de 1915
Esos muchachotes que llegados de todos los horizontes, pasean por Barcelona el aburrimiento de su fuerza, conseguirán crearse una fama alborotada, en nuestras mansas costumbres. No será, ciertamente, para contribuir a la leyenda de la disciplina y el decoro alemán, sinó, muy al contrario, para contribuir con ejemplos tangibles a las teorías que afirman perduran en el alma alemana, restos pujantes de las antiguas barbaries. No hostiguéis al alemán, ni aun al más humilde —decía Lamprech, el historiador pangermanista— porque os exponeis a remover en él, aquel clásico furor teutónico, de que ya habló Tácito.
Sería curiosa, y nosotros no la confeccionaremos por considerar innecesaria la prueba, una estadística de los sucesos promovidos por los alemanes recogidos en Barcelona, que han necesitado la intervención de las autoridades. No nos referimos a las hazañas de los recluidos en el antiguo matadero de Gracia, que han llegado a producir desórdenes callejeros. Ello, con ser grave, tal vez hallase en los germanófilos, la excusa de que tales hechos eran consecuencia de gente alegre que cree pueden ser alcanzadas las mujeres en España, cuando pasan frente a un marinero alemán, desbordado de deseos. La prensa ya habló y se quejó de semejantes incontinencias, que aquí en IBERIA más de una vez han tenido comentarios.
Lo grave y lo doloroso para los teorizantes del germanismo, es que la crónica de sucesos se nutra metódicamente, con nombres y hechos de alemanes. Nuestros periódicos del domingo, día 21, citaron tres de estos sucesos, que aqui, donde nunca pasa nada, creemos, con permiso del señor cónsul de Alemania, deben subrayarse como dato psicológico
Una noche, unos disparos alemanes, alarmaron el muelle. Un día fue la agresión a unos muchachos catalanes. Otro, la falsificación de documentos y firmas del consulado italiano. Otro escandaleras por cafés y tabernas. El domingo pasado, insulto y contusiones a un italiano, debiendo intervenir la guardia civil. Y no contamos vulgares infracciones del código, ni los disturbios conocidos en las inmediaciones de la residencia de los alemanes concentrados.
¿Qué sanciones se han aplicado por todos estos incidentes? Sospechamos que ninguna. Alemania, para algunas de nuestras autoridades, cita über alles. Por encima incluso de las leyes españolas. Qué no ha habido ni escarmiento, ni reprensión siquiera, lo demuestra la continuidad de los tumultos y es preciso que por unos o por otros se coarten estos rebullicios, porque tememos que un día cualquiera el alboroto crezca y seamos todos los que en él tomemos parte.
A la ciudad se la debe respeto, respeto que acrecienta el recibir una hospitalidad digna. Piénsese que la ciudad, muy cortés, les cedió una casa, y que sería muy desagradable que cualquiera y desde algún alto sitio, hubiera que recordárselo al señor cónsul de Alemania, por intemperancias de los suyos.